Propóleos
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El propóleos tiene su origen en los brotes jóvenes de los árboles, pero también en las fracturas y golpes que sufren estos, de donde brota resina, la que es recolectada por las abejas y mezclada con la ayuda de sus secreciones salivares. Las abejas utilizan el propóleos para cubrir las paredes de la colmena, cerrar grietas y barnizar las partes internas de madera de la colmena.
También utilizan el propóleos para embalsamar cadáveres de animales invasores, que por su tamaño no puedan arrojar fuera de la colmena, con el fin de combatir las bacterias y hongos que puedan afectarla.
Múltiples efectos terapéuticas
Los flavonoides del propóleos, como elementos principales, presentan no menos de 40 acciones terapéuticas, no obstante se ha comprobado la actividad biológica de otros componentes, como los ácidos aromáticos, terpenos, quinonas, entre otros.
Numerosas civilizaciones a lo largo de la historia, aprovecharon las bondades terapéuticas del propóleos, sobre todo su capacidad antiséptica y cicatrizante.
Acción antibacteriana y antiviral
El propóleos ha entrado en el terreno de la profilaxis y terapéutica de numerosas enfermedades por su acción antibacteriana, antiviral, antimicótica y antiparasitaria. Estos elementos favorecen el combate contra los radicales libres y evitan la oxidación y peroxidación de células y tejidos, evitando la aparición de las enfermedades degenerativas como diabetes, reumatismo, envejecimiento prematuro, cáncer, procesos cardiovasculares y cerebrovasculares, entre otros.